En mi baile ahora estoy explorando cómo dejar la tensión al occipucio y cuello, porque cuando mi pez, Virginia, va, ella inicia su movimientos con la cabeza y después el cuerpo sigue, y cuando lo hago yo, siento una cortina al occipucio, una parada. No me gusta la sensación de la parada, y sé que es responsable para lo que no me gusta en el cuerpo. Pero todavía lo hago, aún con conocencia.
Cada día, cuando me despierto, tengo un momento, en que siento el cuerpo todavía relajado como el cuerpo de una dormienda. Y me digo, "siguéte!" Pero, contra mi voluntad, me siento la tensión que llega.
Ahora estoy *todavía* a cama, enferma, aburridísima. Estoy tejando una bufanda para mi tía que va a morir en unos días. Y voilá el opuesto/mismo problema. Cómo dejar? No quiero dejarla, pero no tengo la opción. Ella *va* a morir.
Me parece que, dejar, y tener, son la balanza de la vida. Tenemos las personas que dejan con demasiado facilidad, y tenemos personas que tienen con demasiado tenacidad. Tenemos el deseo para la flexibilidad que es necesario para dejar, para suportar nuestras mismas vidas en maneras sanas. Pero veo la gente que dejan sin esfuerzo aparente, y según me no es la vida tampoco! La vida es conexión. Real, difícil, alegre, tierna, feroz, poderosísima. Estamos acá para conectar. Pero también estamos acá para sobrevivir, y buscar la felicidad.
¿Cómo podemos disfrutar de lo mejor los regalos de Dios, qué son por todas partes, y particularmente son en nuestros mismos?